Siempre te recordaré naranja,
un naranja imposible,
sutil, directo y sensual.
Siempre te veré naranja,
suave, dulce… naranja.
Naranja como tus labios,
blandos, maduros y tiernos,
naranja como tus manos húmedas,
ágiles y atrevidas,
naranja como tu pelo,
oscuras lenguas de fuego
suspendidas en desafío,
envolviéndote en sus vueltas,
teñidas de naranja.
Tu vestido era naranja,
un naranja perfecto,
sutil, directo y sensual.
Tu vestido era naranja y ardía al caminar,
marcando el paso con estallidos,
los murmullos y miradas,
al son de su repicar.
Tu figura entera ardía,
abrasada en tu vestido
tan naranja y singular.
Había fuego en tus mejillas,
en tus pasos y en tu andar,
había fuego destructivo,
seductivo y animal,
tras tu falda una estela,
un encanto adicional,
tú aroma tan extraño
anaranjado, sin igual…
Siempre te recordaré naranja,
en complicada simplicidad,
sumergida en tu encanto,
ardiendo y fugaz.
El relámpago de un deseo,
de el fuego de un quizás.
Siempre estarás así en mis recuerdos,
naranja,
ardiente,
quemando,
consumiendo,
¡no más!
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