miércoles, 11 de febrero de 2009

Tu vestido era naranja

Siempre te recordaré naranja, 
un naranja imposible,
sutil, directo y sensual. 
Siempre te veré naranja, 
suave, dulce… naranja.   

Naranja como tus labios, 
blandos, maduros y tiernos, 
naranja como tus manos húmedas, 
ágiles y atrevidas, 
naranja como tu pelo, 
oscuras lenguas de fuego 
suspendidas en desafío, 
envolviéndote en sus vueltas, 
teñidas de naranja.   

Tu vestido era naranja, 
un naranja perfecto,
sutil, directo y sensual. 
Tu vestido era naranja y ardía al caminar, 
marcando el paso con estallidos, 
los murmullos y miradas, 
al son de su repicar.   

Tu figura entera ardía, 
abrasada en tu vestido 
tan naranja y singular.   

Había fuego en tus mejillas, 
en tus pasos y en tu andar, 
había fuego destructivo, 
seductivo y animal, 
tras tu falda una estela, 
un encanto adicional, 
tú aroma tan extraño 
anaranjado, sin igual…    

Siempre te recordaré naranja,  
en complicada simplicidad, 
sumergida en tu encanto, 
ardiendo y fugaz. 
El relámpago de un deseo, 
de el fuego de un quizás.   

Siempre estarás así en mis recuerdos, 
naranja, 
ardiente, 
quemando, 
consumiendo, 
¡no más!

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