jueves, 8 de enero de 2009

El mundo conspira en tu contra

Hoy en día ya solo te escribo de noche,
te visto de trajes fantásticos,
alucinando tu presencia y tu mirada
imaginándome un recuerdo bonito
en el que pueda fingirte.

Y así apareces ante mí,
hermosa y distanciada,
una visión de blanco
resaltada por la noche vacía,
digna de un espectro,
de mirada profunda,
terrible y fantasmal.

El mundo conspira en tu contra,
decidido a negar tu existencia.
Esconde tus pasos en las olas,
tus pisadas en sus murmullos
tus huellas, en su espuma.

Tu voz se la traga el viento,
aullándole a la luna
sus carcajadas victoriosas.

El mundo conspira en tu contra
te cubre de arena y neblina,
sonrojando mis ojos,
manteniéndote en secreto.

Me dejo llevar por tus labios,
me ofrecen un beso,
pero jamás llego a probarlo,
pues el mundo conspira en tu contra
y el frío ha helado mis sentidos.

Busco tus latidos con manos adormecidas,
pero el mundo conspira en tu contra,
y decide por la fuerza,
deshacer mi lucidez,
destruir mi realidad,
mi perfecta, hermosa e inexistente realidad.

El viento da paso al silencio,
llevando consigo la niebla y el frío.
Se queda la arena
para sostener las olas mudas,
y apareces nuevamente,
de rojo,
más bella que nunca
definiendo belleza con tu propia existencia.

Y entonces te hablo,
pero ya no me escuchas,
te toco, no me sientes
y miro tus ojos,
mi mirada perdiéndose en la tuya…

El mundo conspira en tu contra,
No. En la mía.
Te arrebató poco a poco.
Parte por parte.
Y al borde del delirio,
me presenta tu alma y destruye la mía,
blandiendo tus trajes como un hábil torero.
Clavando en mi espalda la locura,
atravesando mi cuello con ternura.

El mundo conspira en tu contra
engañándome hasta la demencia,
un asesino con estilo,
una muerte perfecta,
casi un suicidio,
me hechizó con tu mirada
y me atravesó con la vida.

Escurriéndola por mi rostro
con una sonrisa macabra.

Susurrándome al oído
que amé una mentira
nacida de tinta y papel.

Que tus besos fueron letras,
y tus caricias oraciones.

Que te he escrito cada noche,
conjurándote ante mí,

atándote a mis deseos,
estrellados como el anís.

Que realmente ame un recuerdo
de algo que nunca existió,
pues el mundo conspira en tu contra,
una bonita idea de lo que un día creí amor.

Tan solo una simple idea
de lo lindo de un adiós.

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