miércoles, 28 de enero de 2009

Siempre te amaré aquella noche

Siempre te amaré aquella noche,  
aquella en la que bailamos. 
Siempre amaré el tambalear de tu traje, 
marcando el paso, como agua hirviendo, 
intentando evadir el calor de tu cuerpo.   

Siempre te amaré aquella noche. 
¿Cómo no hacerlo? 
Había fuego en tu mirada hipnotizante, 
y una fuerza destructora en tus caderas, 
congelando en el acto el tiempo y tu persona, 
como si por un instante el universo suspirara, 
cediéndote su lugar como centro. 
Y por ese instante lo fuiste todo, 
el firmamento se reunió en tu mirada, 
disipando su energía en tu cercanía.   

Y tembló todo, 
el fin y el comienzo fueron uno, 
la realidad caía en pedazos a tu alrededor 
mientras mi mano recorría el infinito, 
la distancia obligatoria para alcanzar la tuya…   

Y se encontraron, nuestras manos, 
en un momento cósmico 
que sacudió el mundo de vuelta a la existencia,
y sentí como el aire me obligaba a respirar, 
devolviéndome a la vida por la fuerza.     

Y bailamos. 
Inconscientes de todo lo demás, 
bailé contigo y tu conmigo, 
inmunes al dolor y la preocupación, 
aislados de tiempo y espacio. 
Bailamos un momento a la vez 
con tu sonrisa de por medio, 
presentando tu figura, 
mientras tus ojos daban significado 
a la definición de lo que entonces 
pasaría a ser belleza.   

Bailamos así, con tu hermosura de por medio, 
con tu figura entre nosotros,
con la suavidad de tu piel 
escurriéndose entre tus manos, 
con la estela de luz que reposaba en tu pelo, 
con el calor de tu abrazo empujándome al delirio.   

Así bailamos la noche entera, 
entre pasos y pasos rozando en la locura, 
mientras el día, revolviendo cada vez más lento, 
se escondía tras la luna, 
regalándonos el tiempo que por derecho seria suyo, 
consciente de su impotencia, 
su existencia incomparable a la nuestra.   

Y así bailamos, 
bailamos, bailamos y bailamos…   

Y siempre te amaré aquella noche, 
sin importar cuan lejos la ilusión del tiempo nos lleve, 
volveré a ese momento, 
y te amaré completa nuevamente.   

Y así bailamos, 
bailamos, bailamos y bailaremos.

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